Para hacer que un
sueño se vuelva realidad, hay que tener primero un sueño, creer en él y
trabajar por realizarlo. Normalmente, es esencial que otra persona que sea
significativa para nosotros crea que ese sueño es posible; esa persona es una
portadora de visión, cuya fe en nosotros suele ser crucial.
Normalmente la mujer
ha ejercido ese rol para el hombre, ayudándole a dar forma al sueño y hacerlo
realidad. Comparte su sueño, lo bendice, cree en el hombre y se una a él en su
viaje de descubrimiento, proporcionándole un santuario en el que puede imaginar
sus aspiraciones y alimentar sus esperanzas.
“Detrás de todo gran hombre, hay una
gran mujer” (¿os suena?).
Las mujeres, al igual
que los hombres necesitan imaginar que su sueño es posible, y tener a otra
persona que les considere a ellas y considere su sueño con la conciencia de
Afrodita potenciadora del crecimiento.
Se especula sobre por
qué existen tan pocas mujeres artistas famosas, grandes chefs de cocina,
directoras de orquestas o filósofas de renombre; entre las razones que se dan
podría ser porque esas mujeres carecen de portadores de sueños.
Extracto del libro "Las diosas de cada mujer" de Jean Shinoda Bolen
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