jueves, 1 de octubre de 2015

El regreso de la Gran Diosa



Hace muchos muchos años, nuestra antigua Europa era una cultura matrifocal, sedentaria, una sociedad pacífica basada en la igualdad, amante de las artes y el progreso,  profundamente ligada a la tierra y al mar, donde se rendía culto a la Gran Diosa.

La conocíamos como Astarté, Ishtar, Inanna, Nut, Isis, Astoreth, Au Set, Hathor, Nina Nammu o Nigal entre otros. Era venerada como la fuerza femenina profundamente conectada con la naturaleza y la fertilidad. Responsable de la creación y la destrucción. Fue considerada inmortal, inmutable y omnipotente. Tenía amantes no para tener hijos, sino por placer. No existían dioses masculinos.


    

El culto a la Diosa Madre de nuestros antepasados era el fruto de la observación y entendimiento del principio generador de vida y todo cuanto nos rodea y perfectamente encarnado en lo femenino y en la tierra, ya que ambas generan el caldo de cultivo imprescindible como creadoras de vida.

Bajo este culto, las sociedades eran matriarcados, pero por desgracia todo llega a su fin. La antigua Europa fue atacada por civilizaciones patriarcales, donde lo importante es el poder y la jerarquía. Sociedades militares que a golpe de espada arrasaron con aquellas que no podían hacerles frente. Sociedades que se creían superiores y  que impusieron su cultura patriarcal y su religión guerrera a los pueblos conquistados.

Pasamos de vivir en una sociedad no estratificada e igualitaria (circulo), donde todos somos iguales y cada uno ocupa un papel esencial para su comunidad, a otra basada en la jerarquía y la ostentación de poder (pirámide).

Nuestra Gran Diosa se convirtió en esposa subordinada de los dioses invasores. Sus atributos y poder fueron expropiados y dados a la nueva deidad masculina.
Por primera vez en la religión apareció la violación, y los héroes mataban serpientes, símbolo de la Gran Diosa.
Los atributos que antaño pertenecieron solo a ella, fueron divididos entre muchas diosas, aunque todas ellas bajo el mando de un poderoso dios masculino.... Sin embargo, dividida y sometida a una sociedad patriarcal, en un segundo plano nuestra Diosa Madre seguía presente y aquellas mujeres aún podían rendir culto a una diosa femenina concreta dependiendo de su necesidad.


Más tarde desaparece por completo con la aparición de las religiones hebrea, cristiana y musulmana. Las diosas son desterradas, ahora solo un gran dios gobierna sobre todo y sobre todos, destruyendo a aquellos que no le siguen. Las diosas se marchitan, siguiéndoles las mujeres en sociedad. La mujer ahora, pasa a ser la pecadora por cuya desobediencia la humanidad es expulsada del paraíso... Las mismas cualidades que antaño utilizáramos para sanar a los nuestros o como fuente de sabiduría, ahora son consideradas actos de brujería, se nos tacha de concubinas del diablo (muy bien traído también para generar miedo, sumisión y castigo a quien se atreva a tener otras creencias) y se nos quema en la hoguera.... Solo nos queda ser sumisas esposas y madres devotas.

A pesar de todo, La Gran Diosa, persiste en el inconsciente colectivo. Sinceramente pienso, que más pronto que tarde, la Gran Diosa Madre volverá a reinar, no en Europa sino en la Tierra. Cada vez que las mujeres nos juntamos en círculos, abrimos una puerta más hacía su regreso. Algún día volveremos a regirnos por la sabiduría natural, la esencia de la vida, en vez de acatar los mandatos de credos inventados por el hombre sin otra finalidad que el sometimiento de los unos bajo los otros.

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