Hace muchos muchos años, nuestra antigua Europa era una cultura matrifocal,
sedentaria, una sociedad pacífica basada en la igualdad, amante de las artes y
el progreso, profundamente ligada a la
tierra y al mar, donde se rendía culto a la Gran Diosa.
La conocíamos como Astarté, Ishtar,
Inanna, Nut, Isis, Astoreth, Au Set, Hathor, Nina Nammu o Nigal entre otros.
Era venerada como la fuerza femenina profundamente conectada con la naturaleza
y la fertilidad. Responsable de la creación y la destrucción. Fue considerada
inmortal, inmutable y omnipotente. Tenía amantes no para tener hijos, sino por
placer. No existían dioses masculinos.
El culto a la Diosa Madre de nuestros
antepasados era el fruto de la observación y entendimiento del principio
generador de vida y todo cuanto nos rodea y perfectamente encarnado en lo
femenino y en la tierra, ya que ambas generan el caldo de cultivo
imprescindible como creadoras de vida.
Bajo este culto, las sociedades eran matriarcados, pero por desgracia todo llega a su fin. La antigua Europa fue atacada por civilizaciones patriarcales, donde lo importante es el poder y la jerarquía. Sociedades militares que a golpe de espada arrasaron con aquellas que no podían hacerles frente. Sociedades que se creían superiores y que impusieron su cultura patriarcal y su religión guerrera a los pueblos conquistados.
Bajo este culto, las sociedades eran matriarcados, pero por desgracia todo llega a su fin. La antigua Europa fue atacada por civilizaciones patriarcales, donde lo importante es el poder y la jerarquía. Sociedades militares que a golpe de espada arrasaron con aquellas que no podían hacerles frente. Sociedades que se creían superiores y que impusieron su cultura patriarcal y su religión guerrera a los pueblos conquistados.
Pasamos de vivir en una sociedad no
estratificada e igualitaria (circulo), donde todos somos iguales y cada uno
ocupa un papel esencial para su comunidad, a otra basada en la jerarquía y la
ostentación de poder (pirámide).
Nuestra Gran Diosa se convirtió en esposa
subordinada de los dioses invasores. Sus atributos y poder fueron expropiados y
dados a la nueva deidad masculina.
Por primera vez en la religión apareció la
violación, y los héroes mataban serpientes, símbolo de la Gran Diosa.
Los atributos que antaño pertenecieron
solo a ella, fueron divididos entre muchas diosas, aunque todas ellas bajo el
mando de un poderoso dios masculino.... Sin embargo, dividida y sometida a una
sociedad patriarcal, en un segundo plano nuestra Diosa Madre seguía presente y
aquellas mujeres aún podían rendir culto a una diosa femenina concreta
dependiendo de su necesidad.
Más tarde desaparece por completo con la
aparición de las religiones hebrea, cristiana y musulmana. Las diosas son
desterradas, ahora solo un gran dios gobierna sobre todo y sobre todos,
destruyendo a aquellos que no le siguen. Las diosas se marchitan, siguiéndoles
las mujeres en sociedad. La mujer ahora, pasa a ser la pecadora por cuya
desobediencia la humanidad es expulsada del paraíso... Las mismas cualidades que
antaño utilizáramos para sanar a los nuestros o como fuente de sabiduría, ahora
son consideradas actos de brujería, se nos tacha de concubinas del diablo (muy
bien traído también para generar miedo, sumisión y castigo a quien se atreva a
tener otras creencias) y se nos quema en la hoguera.... Solo nos queda ser
sumisas esposas y madres devotas.
A pesar de todo, La Gran Diosa, persiste en el inconsciente
colectivo. Sinceramente pienso, que más pronto que tarde, la Gran Diosa Madre
volverá a reinar, no en Europa sino en la Tierra. Cada vez que las mujeres nos
juntamos en círculos, abrimos una puerta más hacía su regreso. Algún día
volveremos a regirnos por la sabiduría natural, la esencia de la vida, en vez
de acatar los mandatos de credos inventados por el hombre sin otra finalidad
que el sometimiento de los unos bajo los otros.
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