Todas sentimos el
anhelo de lo salvaje. Y este anhelo tiene muy pocos antídotos culturalmente
aceptados. Nos han enseñado a avergonzarnos de este deseo. Pero la sombra de la
mujer salvaje acecha todavía a nuestra espalda de día y de noche.
No es ninguna casualidad que la
prístina naturaleza virgen de nuestro planeta vaya desapareciendo a medida que
se desvanece la comprensión de nuestra íntima naturaleza salvaje.
La mujer moderna es un borroso
torbellino de actividad. Se ve obligada a serlo todo para todos. Ya es hora de
que se restablezca la antigua sabiduría.
Nos ha llegado muy poca información
o muy parca a propósito de las cuestiones más profundas e importantes para las
mujeres: lo arquetípico, lo intuitivo, lo sexual y lo cíclico, las edades de
las mujeres, la manera de actuar de una mujer, su sabiduría y su fuego creador.
En general, si entendemos la
naturaleza salvaje como un ser por derecho propio que anima y conforma la más
profunda existencia de una mujer, podremos empezar a desarrollarnos de una
manera que jamás se hubiese creído posible.
Cuando una mujer haya su naturaleza salvaje, lucha con todas sus fuerzas para
conservarla, pues con ella florece su vida creativa; sus relaciones adquieren
significado, profundidad y salud; sus ciclos sexuales, creativos, laborales y
lúdicos se restablecen; ya no son el blanco de las depredaciones de los demás,
y tienen el mismo derecho a crecer y prosperar según las leyes de la
naturaleza. Ahora su cansancio del final del la jornada procede de un trabajo y
un esfuerzo satisfactorios, no del hecho de haber estado encerradas en un
esquema mental, una tarea o una relación excesivamente restringidos.
Cuando las mujeres se quedan
estancadas o se llenan de aburrimiento, es hora de que emerja la mujer salvaje;
es hora de que la función creadora de la psique inunde el delta.
Extracto del libro "Mujeres que corren con los lobos" de Clarissa Pinkola